A modo de introduccion

Iniciamos el trabajo práctico que tendrá como eje principal a la censura vista desde otro ángulo y no desde el lugar común en el cual suele identificársela como un mero mecanismo de reivindicación al periodista.
Tomamos como punto de partida al texto de Juan Waldemar Wally, Generación Argentina de 1840, Grandeza y frustración. En él, el autor describe a una parte de los nacidos entre 1888 y 1902 como la fuente de mayores riquezas individuales de la historia argentina. Estas diferentes personalidades (políticos, artistas, escritores, pensadores) vivieron en una época de revalorización de las raíces culturales, transformación económica profunda y tenían como valor máximo a la justicia social. No obstante, la “generación de oro” no llegó a completar su ciclo histórico, su obra ha quedado trunca, según Wally, por los grandes sucesos ocurridos entre los años 1954 y 1955 que han marcado el quiebre de ésta por casi tres décadas.
Y justamente pasadas esas tres décadas es el período que tomaremos para analizar y comparar la labor realizada por la generación citada anteriormente y la de los nacidos entre 1878 hasta nuestros días.
Entre el gran abanico de áreas de actividades que ejercieron estas personas pondremos el foco en los artistas que expresaron su obra a través del humor gráfico ayer y hoy.
Recopilamos una serie de textos, videos y otros materiales alrededor de los cuales volcaremos nuestra opinión y conocimiento.

domingo, 26 de octubre de 2008

Diez años vistos a traves del humor argentino (1992-2002)

La pasada década de los noventa trajo profundos cambios en la convulsionada Argentina de la hiperinflación de entonces. Por un lado, se iniciaba el segundo mandato presidencial consecutivo luego de la recuperación de la tan anhelada democracia. Por otro, al poco tiempo comenzaba una serie de transformaciones que repercutirían de manera incuestionable en la realidad de nuestro país: privatización de empresas públicas, centralización de la economía, alineamiento cada vez mayor con Estados Unidos, incremento descomunal de los índices de desocupación y de la deuda externa y un recorte feroz en los fondos del Estado y los sueldos en general, entre otras cosas.
Pero el humor gráfico local no permaneció ajeno a esto. La legendaria revista HUM®, que a fines de los años setenta había esquivado hábilmente el acoso de la dictadura y se consolidó en los ochenta como el referente del humor escrito y dibujado en la Argentina, continuó denunciando con su particular sesgo irónico todas las barbaridades perpetradas por el gobierno de turno. Pero ya no estaba sola en esta empresa: algunas publicaciones similares e incluso programas radiales y televisivos se adueñaron del estilo y opacaron su exclusividad. Esto, sumado a manejos internos poco claros y deudas contraídas con sus colaboradores, sentenciaron su decadencia y posterior muerte a mediados de la década.
Por consiguiente, la óptica del humor gráfico mayormente ya estaba inclinada hacia el lado de lo político, con especial énfasis en la inefable figura del entonces presidente Carlos Menem y sus aires de soberbia, frivolidad y sospechadas conexiones con la mafia y la corrupción. Probablemente Nik (Cristian Dzwonik) a través de sus colaboraciones y sus fotos humorísticas publicadas en el diario La Nación haya sido el abanderado de esta causa, con incursiones en la desventurada vida cotidiana del argentino, y apuntalado en otros medios por una nueva generación de humoristas que se consolidó en esos años: Kappel, Marito, El Ruso, Dani The O, Tute, Liniers, Bianfa, Costhanzo, Legal, Rovella y El Niño Rodríguez, entre otros, aportaron su cuota de renovación haciendo hincapié en la realidad social.
La libertad de prensa y el ejercicio del humor no fue el ideal en esa época. El mismo Nik fue amenazado y secuestrado en una situación muy confusa, y comediantes de teatro y televisión recibieron llamadas e intimidaciones. La perspectiva laboral se restringió mucho, y aunque la tan sobrestimada Convertibilidad lanzada en 1991 ancló el dólar a nivel del peso y otorgó una cierta estabilidad económica, el trabajo fue mermando hasta alcanzar niveles insospechados. Los gustos del argentino medio fueron cambiando también, y el placer semanal de deleitarse con el humor gráfico y escrito fue dejado de lado para dirigir la atención hacia nuevas propuestas "humorísticas" de dudoso gusto. «Es inútil gastar dinero en una revista. Si mañana puedo encender la TV y escuchar todos los chistes que quiero» Se podría haber escuchado.
Lo cierto es que con tan delicado panorama, las pocas publicaciones de humor gráfico fueron heridas de muerte. Uno de los pocos intentos en revitalizar la industria en 1998 fue La Murga, revista que evocaba el espíritu de su antecesora HUM®, que también contaba con algunos directivos y varios colaboradores de ésta entre sus filas, pero la esperanza se diluyó pronto, durando lo que un suspiro. Sólo quedó margen para la experimentación a través de fanzines y boletines de distribución menos masiva (que ya venían fogueándose hace tiempo en el circuito under), como El Garrotazo, Suélteme, Tirapia y Lápiz Japonés, con predominio de la historieta humorística; también aparecieron revistas regionales (como Salta la Risa y El Cata), que revitalizaron la gráfica del Interior [provincias interiores de Argentina], en cierta forma recogiendo el guante dejado en los ochenta por la mítica Hortensia, de la provincia de Córdoba.
El traspaso de gobierno a fines de 1999 trajo un cambio de partido político al mando, pero no de medidas. Continuó la misma política económica, y se profundizaron la desocupación, la inseguridad y la marginación social.
Se continuó fustigando la figura presidencial, esta vez del presidente Fernando De la Rúa, con sus desatinos y torpezas, a través de las secciones de humor de los principales periódicos, como el mencionado La Nación, Clarín, Página/12 (famoso diario opositor cuya ironía ya estaba plasmada en el titular de portada y su foto), La Voz del Interior, La Capital, El Tribuno, etc.
Por otra parte, varios colegas emigraron a países como España, Italia y Estados Unidos, en busca de la oportunidad laboral y el reconocimiento, dado que en el país la remuneración, como en todos los puestos de trabajo, se había tornado irrisoria. Las probabilidades de remitir colaboraciones a los medios gráficos se tornaron dificultosas, ya que las editoriales se vieron forzadas a reducir presupuestos y por consiguiente a prescindir de muchos de sus colaboradores, dibujantes incluidos, por no mencionar a las que directamente cerraban sus puertas.
Con la escasez de revistas especializadas, el auge de internet comenzó a expandir los sitios de humor autóctono, y esta nueva herramienta permitió a muchos dibujantes la posibilidad de mostrar su potencial creativo y llegar a un buen número de personas, e incluso al exterior.
Con la inminente salida del gobierno delarruista a fines de 2001, los argentinos nos vimos atrapados por el llamado "corralito" financiero, confiscándonos todos nuestros ahorros por obra y gracia del ministro Domingo Cavallo, mentor de la ya mencionada Convertibilidad cambiaria en la trasnochada etapa menemista. El humor gráfico trató de tirarnos una tabla salvadora, embistiendo nuevamente sobre nuestra triste política tercermundista, en medio del justo reclamo popular que se hizo eco en cacerolazos, marchas a Plaza de Mayo y al Congreso y en convocatorias barriales.
Además de cultivar la sátira política, el humorista gráfico argentino se preocupó por retratar con acidez la realidad diaria de la gente, sus problemas, sus ilusiones, su empleo, su castigada rutina cotidiana, haciendo énfasis en lo tragicómico de nuestra idiosincrasia, con visos de humor negro incluidos. Todo esto reforzado con un particular tinte costumbrista.
Por eso mismo, si uno tuviera que llenar el casillero de ocupación en una solicitud al final de una nutrida fila de postulantes o si en alguna charla ocasional le preguntaran por su empleo, uno bien puede responder (no sin un dejo melancólico):
«¿Yo? Argentino».

por Diego Puglisi
Artículo publicado originalmente en Tebeosfera 021005 / http://www.tebeosfera.com

1 comentario:

Censyhum dijo...

Es notable cómo el humor gráfico argentino ha decaído en las últimas décadas. A diferencia de la época del '40 la distribución de este estilo de literatura en los hogares se ha reducido. Pasando por alto las etapas de censura explícitas llevadas adelante por el gobierno, nos detenemos en el caso del dibujante nik, como uno entre tantos otros. Nos preguntamos si no hubo (o hay) con él un tipo de censura ímplicita de esas que no se ven, que no toman forma, y sin embargo logran su objetivo de manera más tenaz y efectiva. Puede que este autor como tantos otros no dejen correr la imaginación como debería haber sido, producto de las amenazas recibidas. Si bien hasta ellos mismos pueden creer hacerlo con total libertad después de este tipo de situación, queda un resabio de dudas acerca de si a la hora de hacer un dibujo crítico sobre alguna figura poderosa lo harán con la misma naturalidad y de la misma forma previas a los hechos mencionados.